Este tipo de arquitectura se divide en caldea y asiria; dos regiones diferentes entre el Eufrates y el Tigris, pero una misma línea evolutiva arquitectónica. Luego, en la órbita de la Arquitectura asiria, puede considerarse a la Arquitectura persa como un último reflejo suyo, enriquecido y brillante.
Casi tan remotas como la egipcia, la Arquitectura caldea y luego la asiria presentan caracteres completamente diferentes y hasta opuestos; son evoluciones que pueden contemplarse como paralelas pero que se mantienen siempre distantes. La arcilla dio sus formas estructurales y directas levantándose en torres macizas y escalonadas que subían en busca de frescor o se cerraban en cúpulas protectoras del sol y de la lluvia. Una hábil distribución de agua convertía graderías y terrazas en jardines suspendidos. Son estos aspectos generales los que, posiblemente, aparecían en la Arquitectura de las ciudades caldeas.
El período caldeo o babilónico se considera que tuvo una duración de unos 3,000 años; de 4000 a. C., hasta la conquista de Babilonia por los asirios en 1257 a. C. La ciudad bíblica de Ur, las de Tello, Nipur y Babilonia fueron los centros principales de esta primera Arquitectura mesopotámica donde hoy sólo se hallan escasos restos y montículos de arcilla de los que fueron pueblos y palacios. Las torres, o “zigurats”-montañas sagradas-, son tal vez lo más característico de esta Arquitectura; eran torres simbólicas desde las que se observaban los astros, compuestas por macizos superpuestos escalonadamente y cuya cima, donde se suponía existía un observatorio astronómico, se coronaba con una resplandeciente cúpula. Zigurats, como el de Borsippa, indican que tenían siete pisos representando cada uno de ellos un color del arco iris o una de las siete luces de la Tierra; el Sol la Luna y los planetas que se conocían en esa época. Rampas, a veces helicoidales, conducían a las altas terrazas y a la cúspide que alcanzaba una altura de más de 80 metros.
La torre de Babel no fue, probablemente, sino un enorme zigurat. Se trata de un pueblo práctico: su religión tuvo un sentido de utilidad, fue regla moral y medio de prever el futuro; estuvo más de acuerdo con la naturaleza que con la esperanza de un más allá. De ahí la falta de grandes templos y tumbas. Hemos hablado de ladrillos y, en efecto, fueron los caldeos, y luego los asirios, los grandes constructores de este material que, hasta hoy, se emplea como lo empleaban ellos: en arcos, bóvedas y revestimientos vidriados. La falta de madera les hizo inventar técnicas ingeniosas para voltear arquerías y cúpulas por simple adherencia del mortero de cal a los ladrillos que se iban superponiendo o sosteniéndose por gravedad hasta cerrarse la curva. El arco nació como una solución natural y maravillosa para cubrir un espacio determinado no contando sino con la arcilla del suelo y el fuego que la transformaba en ladrillos. Los gruesos muros y las formas estrechas y alargadas de los ambientes cerrados demuestran que eran cubiertos con bóvedas de cañón desde épocas tan remotas como la del Palacio de Gudea en Tello. El espíritu de ruda autoridad y de ley con que eran gobernados los caldeos se refleja en la ordenada grandiosidad de Babilonia 2500 a. C.
Los relatos de Herodoto y las recientes excavaciones, la ciudad tenía un plano en tablero comparable al de una población moderna; avenidas paralelas al río y calles transversales perfectamente orientadas que abarcan la asombrosa área de 200 millas cuadradas. El urbanismo parece haber sido mucho más remoto de lo que se supone. La Vía Sagrada, a la que se ingresaba por la puerta de Ishtar, constituía la avenida principal de la ciudad. Un alto cinturón de murallas con cien puertas de bronce rodeaba y defendía a la población donde se erguían más de 200 zigurats. Una de estas torres, junto al templo de Marduk (Baal), dios tutelar de la ciudad, se supone fue la torre de Babel. Los asirios que dominaron a Babilonia en 1275 a. C. no hicieron sino repetir fundamentalmente la Arquitectura caldea.
Fuente /www.arqhys.com.